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El domingo 18 de diciembre de 1994, los espeleólogos franceses Jean-Marie Chauvet, Éliette Brunel y Christian Hillaire abrieron una puerta que llevaba 25.000 años cerrada.
A pesar de lo avanzado de la tarde, penetraron por una ya conocida y exigua cavidad situada en las proximidades de un sendero de caminantes. Una corriente de aire ligera, que procedía de un agujero al fondo llamó su atención e inmediatamente comenzaron a cavar hasta conseguir liberar un pasaje a través del cual se introdujeron desembocando en una gran cámara, de techos muy altos, y un suelo lleno de huesos de animales. Brunel percibió, bajo la luz de su frontal, situado sobre una pendiente rocosa, un mamut pequeño al ocre rojo: "¡Estuvieron aquí!" exclamó exaltada.
Además de aquel mamut los antiguos moradores dejaron cientos de pinturas en las galerías de la cueva, las expresiones artísticas más antiguas datadas hasta la fecha, y una de las colecciones de arte rupestre más valiosas y sorprendentes del mundo. A lo largo más 400 metros en la cueva de Chauvet, se han encontrado más de un centenar de pinturas de animales, desde rinocerontes a bisontes o ciervos gigantes, y una abundancia poco habitual de predadores, como los leones, panteras y hienas en las partes más profundas de la cueva.
Basándose en la datación por radiocarbono del hollín sobre los dibujos, procedente de las antorchas y del suelo las fechas se dividen en dos grupos, uno centrado alrededor de 27000-26000 años y el otro alrededor de 32000-30000 años.
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