Mis incondicionales

sábado, 3 de julio de 2010

Cien años de soledad XIV

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Una noche, mientras Meme estaba en el baño, Fernanda entro en su dormitorio por casualidad, y había tantas mariposas que apenas se podía respirar. Agarró cualquier trapo para espantarlas, y el corazón se le heló de pavor al relacionar los baños nocturnos de su hija con las cataplasmas de mostaza que rodaron por el suelo. No esperó un momento oportuno, como lo hizo la primera vez. Al día siguiente invito a almorzar al nuevo alcalde, que como ella había bajado de los páramos, y le pidió que estableciera una guardia nocturna en el traspatio, porque tenía la impresión de que se estaban robando las gallinas. Esa noche, la guardia derribó a Mauricio Babilonia cuando levantaba las tejas para entrar en el baño donde Meme lo esperaba, desnuda y temblando de amor entre los alacranes y las mariposas, como lo había hecho casi todas las noches de los últimos meses. Un proyectil incrustado en la columna vertebral lo redujo a la cama por el resto de su vida. Murió de viejo en la soledad, sin un quejido, sin una protesta, sin una sola tentativa de infidencia, atormentado por los recuerdos y por las mariposas amarilla que no le concedieron un instante de paz, y públicamente repudiado como ladrón de gallinas.

1 comentario:

ARO dijo...

Una historia terrible. ¡Pobre Mauricio!

Bienvenido.

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