Mis incondicionales

viernes, 28 de mayo de 2010

Cien años de soledad IX

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Dos días después, el coronel Gerineldo Márquez acusado de alta traición, fue condenado a muerte. Derrumbado en su hamaca el coronel Aureliano Buendía fue insensible a las súplicas de clemencia. La víspera de la ejecución, desobedeciendo la orden de no molestarlo, Úrsula lo visitó en el dormitorio. Cerrada de negro, y vestida de una rara solemnidad permaneció de pie los tres minutos de la entrevista. -“Sé que fusilaras a Gerineldo –dijo serenamente- y no puedo hacer nada por impedirlo. Pero una cosa te advierto: tan pronto como vea el cadáver, te lo juro por los huesos de mi padre y mi madre, por la memoria de José Arcadio Buendía, te lo juro ante Dios, que he de sacarte de donde te metas y te mataré con mis propias manos.” Antes de abandonar el cuarto, sin esperar ninguna replica concluyo:
-Es lo mismo que habría hecho si hubieras nacido con cola de puerco.

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